Lo celebramos con devoción en dos actos: primero la Santa Eucaristía y posteriormente la adoración al Santísimo Sacramento del altar.
La Eucaristía fue celebrada por el Padre Josep, Quién en su homilía nos planteó lo siguiente: En este día se recuerda la Institución de la Eucaristía y el Regalo del Sacerdocio, además el mandamiento del amor.
Jesús es su propia carne, es el cordero, la víctima, Jesús es el cordero perfecto para el sacrificio ya que no tiene pecado. El cordero es inmolado en el altar de la cruz.
En la segunda lectura Nos presenta como es el amor de Jesús hacia nosotros, un amor que llega hasta el extremo de dar su vida y quienes somos nosotros… Los pecadores.
En ese compartir con los discípulos les dijo y nos dice “hagan esto en memoria mía”, “este es mi cuerpo tomad y comed”, “esta es mi sangre tomad y bebed pues Yo soy la vida, Yo soy el amor”.
En el evangelio Juan nos indica cual tiene que ser la actitud del cristiano antes de la Eucaristía, tenemos que prepararnos; ahora bien, por qué el lavatorio de los pies? Es la voluntad del Padre: es un llamado a ser humildes, a servir a los demás, arrodillarse. Jesús para lavar los pies a sus discípulos estando en la mesa con ellos se levanta, se separa, se quita el manto,se pone de rodillas ante ellos y procede al lavatorio, promoviendo con esa actitud la humildad, el amor, borra sus errores, limpia sus pecados, se pone tan bajo que nadie puede sentirse olvidado, se pone más bajo que todos siendo el Maestro.
Jesús y María miran desde abajo, nos miran desde la cruz, con humildad, nos dan ejemplo para no vernos con soberbia.
Jesús no solo lava los pies, lo de afuera, Jesús nos lava todo, nos limpia del pecado, es el agua de la gracia. En la Iglesia nuestros padres nos enseñaron a confesarnos, a arrodillarnos en el sacramento de la reconciliación. Y por qué la toalla en el lavatorio de pies? “te absuelvo de tus pecados”. La toalla es el sacerdote quien se pone al servicio de los demás para completar la gracia del perdón, “ya te puedes ir, seco”. Recordemos confesarse es reconciliarse con Dios, es el paso previo para llegar a la Eucaristía.
Gracias Señor por el don de la Eucaristía
Gracias por Acompañar a Jesús, Gracias por legarnos el mandamiento nuevo de “ámense los unos a los otros como Yo les he amado”.